sábado, 2 de febrero de 2013

Yo maté a Kennedy


YO MATÉ A KENNEDY


Yo maté a Kennedy. Ahora ya lo sabéis, no fue Oswald –una tapadera, pobre tipo-, ni la CIA, ni el FBI, ni los extraterrestres, ni el Fondo Monetario Internacional, ni Mortadelo y Filemón; no hubo conspiración alguna: fue un servidor, el hijo de mi madre, a quien por cierto nunca llegué a conocer. Yo maté a Kennedy, sí pero ¿por qué? Es difícil saberlo: entonces yo era un joven atolondrado, apenas un mozalbete imberbe. Sólo de manera confusa puedo entrever los motivos de mi absurdo rencor: quizá me caía mal su corte de pelo, su mandíbula cuadrada, su licenciatura en Yale o su origen irlandés. Tal vez influyera decisivamente Marilyn, su amante ocasional, a quien yo veneraba como a una diosa distante: imaginarla ovillada entre sus brazos o postrada ante su mandarinesca figura, era más de lo que podía soportar. De modo que aquella mañana en Kansas, cuando el coche del mandatario pasó ante la tienda en la que disimulaba limpiando las ventanas, saqué el rifle, lo monté y disparé a la cabeza más importante del mundo. La bala entró por la sien y atravesó la regia testa, rebotó en una farola próxima y volvió a entrar, seducida como una de sus amantes, en las entrañas de aquel imponente órgano, donde quedó alojada después de rebotar contra el molar de oro. Alejados de la cháchara especulativa, estos son los hechos frios, escuetos: ¿qué enseñanza podemos extraer de ellos? En primer lugar, constatar que el magnicidio es algo relativamente sencillo, casi inocuo. Matar a un alto dignatario entraña menos dificultades técnicas que deshacerse de un hijo tonto o una esposa respondona; de ahí mi extrañeza ante las escasez de estas “retiradas”, sobre todo teniendo en cuenta que un país suele funcionar mejor sin sus mandamases. No soy quien para entrar en el desgobierno de cada casa, pero si los ciudadanos de un país, deseosos de cambiar su destino, requieren de mis servicios en tareas “ejecutivas”, no dudaré en ponerme a su disposición, siempre con mi rifle, claro está. 

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