Por Armando Serrano
Muchos escritores han hablado de Amor. Algunos en poemas, otros en
prosas; pero el Amor ni se escribe ni se imagina, simplemente se demuestra. Y
por ello quiero que escuchéis la Historia
de Cipariso, quien murió por Amor.
[Una colina había, y sobre la colina, un campo,
al que verde hacían de grama sus hierbas.
De sombra el lugar carecía; después que se sentara allí
Apolo, y de que sus hilos sonantes
puso en movimiento, pues tocaba la cítara,
sombra al lugar llegó: no faltaron
ni de frondas altas la encina,
ni tilos mullidos, ni haya ni el laurel,
y avellanos frágiles y fresno útil para las astas,
y sin nudo el abeto, y curvada de bellotas la encina
y el plátano natalicio, y el arce de colores desigual,
y, los que honráis las corrientes, juntos los sauces
y el acuático loto, y perpetuamente vigoroso el boj
y los tenues tamariscos, y bicolor el mirto,
y de sus bayas azul la higuera.
Vosotras también, de flexible pie, las hiedras, vinisteis,
y la vid, y los olmos, y los fresnos y las píceas,
y de su fruto rojizo cargado el madroño,
y dúctiles, del vencedor los premios, las palmas,
y recogido su pelo y de erizada coronilla el pino.
Asistió a esta multitud de árboles,
un ingente ciervo, y con sus cuernos,
ampliamente manifiestos,
él a su propia cabeza ofrecía sus sombras;
sus cuernos fulgían de oro, y bajando a sus espaldillas,
colgaban enjoyados collares en su torneado cuello;
una borla sobre su frente, atada se le movía,
y de pareja edad, brillaban
desde sus gemelas orejas alrededor de sus cóncavas sienes, unas
perlas.
Y él, de miedo libre y depuesto su natural
temor, frecuentar las casas y ofrecer para acariciar su cuello,
a cualesquiera desconocidas manos, acostumbraba.
Pero, aun así, antes que a otros, grato te era, Cipariso, a ti. Tú
hasta los pastos nuevos a ese ciervo, tú lo llevabas,
tú ora le tejías por sus cuernos unas flores,
ahora, cual su jinete, en su espalda sentado para acá
y para allá contento ibas.
El calor era, y mediado el día.
Fatigado, en la herbosa tierra depositó su cuerpo
el ciervo, y de la arboleada sombra se llevaba el frío.
A él el muchacho, imprudente, Cipariso,
le clavó una jabalina aguda,
y cuando lo vio a él muriendo de la salvaje herida
decidió que él quería morir.
Gime él, aun así, y de presente supremo
esto pide de los altísimos, que luto él sintiera en todo tiempo.
Y ya agotada su sangre por los inmensos llantos,
hacia un verde color empezaron a tornarse sus miembros
y sus cabellos, y a contemplar, estrellado, con su grácil copa el
cielo.
Gimió hondo y triste Apolo: “Luto
serás para nosotros,
y luto serán para ti otros, y asistirás a los dolientes”,
le dice.]
Sin duda, después de la Historia de Cipariso sabes de qué
árbol se trata y porqué el Amor es para
siempre.
Salve, discipule,
Adaptación libre del texto de las “Metamorfosis” de Ovidio.
Agostino Arrivabene. “Il più
bello della gente di Ceo” Ciparisso . 2012/2013
oil on linen
exhibited in contemporary art
fair. Art first. Bologna
Galleria Bonelli Lab . Milano
A mí el día de San Valentin me parece una cursilada porque si tú le tienes que demostrar a tu pareja que la quieres lo haces todos los días ,no en este día en concreto. MARIA SANTIAGO
ResponderEliminarAquesta història és molt romàntica i trista. Té sentit en part perquè té moltes raons per a aprofitar a la persona que vols i no fer-li mal.
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